jueves, 7 de mayo de 2009

Flashback: Loco por tus huesos (Capítulo XVIII)


Takeshi y una asombrada Pamela ascienden una colina nevada. Ella, poco acostumbrada a estos lances, resbala a menudo, exponiéndose a largas caídas, pero el japonés la retiene con brazo férreo. De cuando en cuando, él imita un extraño grito. Pamela prefiere no decir nada, siendo el silencio, además, una característica esencial de la relación entre ellos dos. Al cabo de un tiempo, aparece una extraña bestia, mitad primate, mitad felino, y ante el horror de Pamela, que adora a los animales, Takeshi la inmoviliza (a la bestia) y le practica con un estilete consagrado una incisión de la cual mana una sangre violácea que colma un pequeño cuenco. A continuación, invirtiendo los gestos místicos anteriores, pasa el estilete en sentido contrario por la herida, ésta se cierra, y la bestia queda libre, desapareciendo en la súbita nevada tras mostrar su terrible dentadura y deslumbrar con un resplandor retiniano. Nuevo período de ascensión. Llegados a un saliente protector en lo más crudo de la tormenta, Takeshi construye un altar oriental modelando nieve y ordena desnudarse a Pamela. Ella enrojece hasta los dedos de los pies, y sabemos esto porque obedece, avergonzada, a pesar del frío. Habiéndose acercado a ella Takeshi, lo abraza en un rapto temerario adolescente y trata de besar sus labios, algo nunca intentado antes. Takeshi reacciona horrorizado, la abofetea. Sus ocupaciones le obligan a mantenerse puro. Mientras la chica es presa de un llanto blando y extremadamente húmedo, Takeshi, ayudándose de un pincel y mediante la sangre de la bestia, escribe y dibuja sobre el cuerpo desnudo y aterido símbolos y pictogramas de carácter esotérico, mientras canta, recita, grita, ríe y jadea. Una burbuja de luz se abre en mitad de la impenetrable cortina de copos. En ella se materializa una mujer oriental de arrebatadora belleza e inmemorial atuendo cuyos pies no dejan huellas en la nieve. La aparición, con voz melodiosa si bien tonante, responde a las preguntas de Takeshi, cuyo sentido, al ser pronunciadas en japonés, desconocemos. Takeshi asiente de continuo con la cabeza, presa de un incontrolable temblor que hace sangrar su nariz. La entidad convocada se despide con un ligero beso en los labios de la pasmada Pamela, volatilizándose al instante. Pero Takeshi, sobrepasado por las exigencias de la ceremonia sobre sus nervios, pierde el sentido y cae al suelo, golpeándose la cabeza contra una roca. Pamela debe reaccionar.

(Continuará)

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