viernes, 4 de septiembre de 2009

Flashback: Loco por tus huesos (Capítulo XXXV)


Nos toca abordar a un personaje borrado de los libros de historia. Nadie ha oído hasta ahora hablar del príncipe Bufalino de Mantua, músico y nigromante extraordinario del siglo XV, en algún lugar de lo que después se llamaría Italia. Bufalino sacrificó a su esposa, que llevaba un hijo ajeno (debía ser ajeno para no atraer sobre sí la maldición de las Furias, de ahí que pagara a un lacayo para seducirla y embarazarla, sin que tamañas obediencia y fidelidad evitaran su ejecución), afín de utilizar la sangre como tinta de un oscuro bermellón en la escritura de una pieza musical con la cual esperaba obtener los favores de Belcebú y el secreto del tiempo y el espacio, dominios gemelos donde un hombre libre e impávido puede desplazarse a placer si así lo desea. Durante la composición, Bufalino se aísla en su retiro de las montañas, asistiendo en los descansos de su actividad a múltiples representaciones de Commedia dell’Arte, la cual adora con morbosa pasión (si se trata de un anacronismo, tanto da: ¿acaso nuestro público va a darse cuenta?) Una noche, tras estrenar Bufalino al laúd su discordante aunque hipnótica composición, la representación se inicia como de costumbre, pero en mitad de ella irrumpe Belcebú. Desde entonces, el príncipe abandona sus responsabilidades y la orden de los Arlequines asola la comarca. Alrededor de los ombligos de sus miembros detenidos y ajusticiados puede verse asomar la cara del Maligno, como grabada a fuego. Durante los cinco siglos siguientes, existen informes de crímenes cometidos por Arlequines en distintas ciudades del mundo.

Pero no perdamos el hilo de nuestra historia:

Buster, por fin satisfecho gracias al furor desesperado de Carla, se encoña con ella de mala manera, y le ofrece sacarla de una vida de degradación que para ella representa las raíces de su arte. Flowers teme perder a su obsesión hecha mujer, y ordena a Ramón que asesine a Buster en el primer momento propicio que se presente.

En la mansión de Jason Michael tiene lugar todo un carnaval de sexo sádico y vengativo contra el cantante, bajo la mirada triste de Dios, que se plantea poner fin de una vez a toda esta creación que le salió tan fallida. Mientras Gretchen, obligada a ser dominadora, fustiga de nuevo a Jason mientras lo cabalga, Irina rompe en gritos y brincos de chimpancé eufórico. Jason palidece y pierde el sentido. Es un infarto.

(Continuará)

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