jueves, 17 de junio de 2010

Una portada que ya no existe


Corre la leyenda de que Jimi Hendrix detestó la portada de “Electric Ladyland” y de que existe una foto en la que el guitarrista muerde con rabia un ejemplar del doble álbum. Sea esto cierto o no, cambiar la imagen original por una representación más neutra de Jimi resulta más conveniente para la industria, que de esa manera se evita, por un lado, quejas de padres preocupados al ver cómo sus hijos pequeños puedan aprender a una edad precoz algo tan perjudicial como la apariencia de una mujer desnuda, y, por otro, demandas de esas extrañas compañeras de cama del conservadurismo sexual que suelen ser las feministas, indignadas por semejante explotación comercial del cuerpo femenino, y que, de paso, bien podrían ir demandando con efecto retroactivo a todos los maestros de la pintura occidental, de Rubens y Tiziano en adelante. Aunque yo creo que si rehiciéramos la portada recubriendo de un burka a estas descocadas chavalas, el asunto quedaría arreglado.

miércoles, 9 de junio de 2010

Dennis Hopper (1936-2010)


Curioso itinerario. Primero, compañero de rebeldías sin causa cincuenteras de James Dean. Después, víctima de la incomprensión de la sociedad y del abuso paterno en “Duelo de titanes”, cuyos guionistas aprovecharon la leyenda mitológica de Wyatt Earp y los Clanton para hacer un psicoanálisis contemporáneo. A continuación, icono de una contracultura hippiosa con mucha violencia dentro (¿tal vez la del Vietnam?): CSN&Y no salieron en la banda sonora de “Easy Rider” porque Dennis estuvo a punto de acabar a leche limpia con David Crosby. La desorientación del momento se cobró su precio: la aventura fílmica a lo Herzog de “The last movie” fue tan fatal para su protagonista ficticio como para su creador real: a día de hoy, sigue siendo una película difícil de encontrar, y no es raro que la nueva personalidad fílmica por defecto de Dennis fuera la del hippy colgado pero simpaticón, tal como lo retrató Coppola en “Apocalypse now”, estereotipo quizá preferible al creado en “El amigo americano” por Wenders, que vio en él a un actor secundario de westerns y un icono serie B de un Hollywood dominador del imaginario europeo. David Lynch fue más hábil y recicló todos los aspectos oscuros de su biografía para hacer de él la encarnación del mal. “Terciopelo azul” devolvió a Dennis a la primera fila del cine, pero a cambio de convertirle a la postre en una de las presencias malignas más previsibles de la pantalla durante los años 80 y 90. Verle como dinosaurio humanizado en “Super Mario Bros.” o como líder de los Smokers en “Waterworld” acabó con su credibilidad de autor underground que estrenaba películas como “Caído del cielo” en las salas de prestigio, pero le permitió fraguarse una carrera como coleccionista de arte. Mi único encuentro personal con él fue cuando llegó 45 minutos tarde a una presentación filmotequera de “Easy rider”, y la última vez que lo vi en la gran pantalla fue como confidente de achaques de Ben Kingsley en “Elegy”, de la infravalorada Isabel Coixet.