lunes, 10 de diciembre de 2012

Mis prejuicios: La nieve


Cuando nieva, todo vuelve a la página en blanco. Quizá por eso lo celebren tantos, viendo en el borrado del dibujo cotidiano la oportunidad para escribir un nuevo destino con nuevas normas, sembrando anarquía entre cielo y tierra con batallas de bolas, y quizá admitiendo a un nuevo amante prohibido bajo sus mantas con la excusa de las bajas temperaturas.
Pero no puedo evitar la desazón cada vez que, a un nuevo paso, mis botas se hunden cada vez más en un abismo de textura rugosa cuyo fondo se desvanece y cuyo color corresponde con exactitud al de un ataúd infantil. Siento que vuelvo a la pureza, pero que, como adulto, he de pagar la pureza con la vida. No es casual que Gerald, en “Mujeres enamoradas”, o Kaji, en “La condición humana” de Kobayashi, mueran en una extensión nevada.

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