jueves, 28 de febrero de 2013

"The master" (2012)


Lo que solía defraudarme de Paul Thomas Anderson era que dedicase tanto tiempo a remachar un mensaje ya muy obvio desde el principio: en “Magnolia”, los padres te arruinaban la vida; en “Pozos de ambición”, la avaricia rompía el saco.  Por eso sorprende favorablemente que “The master” no sea una denuncia de las religiones, sino que se centre en la soledad del primate hedonista que no tiene nada por que luchar y que se aferra en sus sueños a la imagen de una hembra poderosa y salvadora hecha de arena que viento y marea barrerán. El gurú, aunque en el fondo también esté perdido, es el macho alfa que desnuda a las mujeres cantando y bailando. Una pena que Phoenix subraye tanto el carácter simiesco y primitivo de Freddie Quell (vaya apellido: “apaciguar”). Parece que estemos ante un nuevo Nicholson.

miércoles, 27 de febrero de 2013

"Amour" (2012)

 
Dado mi desprecio hacia el minimalismo, siento cierta rabia cuando alguien encuentra un pretexto válido para hacer una de esas películas rodadas en el piso grande de tus padres, al estilo de aquellos cortos de aficionados en los que currabas tanto, no cobrabas y no ligabas. Pero una pareja anciana no necesita secuencias de acción ni grandes escenarios. Haneke ya no provoca: si antes cortaba la cabeza a una gallina, ahora deja vivir a una paloma. Sigue siendo incómodo (recordar al público que envejecerá y morirá no solía ser la mejor manera de ser invitado a las fiestas… hasta los Óscares 2013), pero filmar una muerte sórdida como un acto supremo de afecto tiene mérito. Era hora de reconocer a la semiolvidada Riva, pero mi mayor admiración (y cierta pena, pues a primera vista no lo reconocí) fue para Trintignant.

lunes, 18 de febrero de 2013

"Saya-zamurai" (2010)


Para que un cineasta japonés llegue a Occidente, tiene que calzarse la parafernalia de katana y tonsuras marciales. Así, sorprende solo relativamente que Hitoshi Matsumoto, humorista televisivo (como Kitano) y director de “Gran hombre de Japón” y “Symbol”, nos dé su versión del chambara. Claro que, apenas comenzados, estamos casi en “Samurai Champloo”, entre los anteojos del protagonista y los estrambóticos cazadores de recompensas, con especial mención para Gori-Gori, el Asesino Quiropráctico. Después, la galería de performances absurdas que Kanjuro ha de realizar para el joven señor para hacerle sonreír si no quiere ser obligado a la performance absurda definitiva, el seppuku. Para Daudet era ir sacándose trozos de cerebro dorado, para Kanjuro, que perdió la espada, ser héroe es hacer el ridículo con pundonor, ganándose el derecho a ser leyenda y enorgullecer a su hija. Hasta aquí puedo leer.