jueves, 4 de junio de 2015

Entrada Nº 500: Piratas III


El secreto de la fórmula blockbuster, de toda la vida, fue conciliar las tramas desprejuiciadas y rápidas de la serie B con los valores de producción de la serie A. Hay una ley no escrita según la cual la exhibición del gran presupuesto con el que contó una película, necesaria para tener contentos a los inversores, es inversamente proporcional a la agilidad de su narración, mientras que obras de presupuesto misérrimo tratarán de hacerlo olvidar mediante implacables estrategias de captación del interés. Asimismo, toda la carga de “mitología” inherente a una saga taquillera desde Lucas (Bond nunca se preocupó en demasía de ser “coherente” entre entregas) también pesa bastante a la hora de plantearse una tercera o cuarta entrega.


Todo lo cual viene a cuento de que el tercer “Piratas del Caribe” peca bastante de moroso hasta más o menos los tres cuartos de hora finales, los únicos mínimamente similares a una película de acción vertiginosa. El resto del metraje, para bien y para mal, se beneficia del hecho de tener ya la entrada vendida. Resulta chocante que una película Disney se inicie con el ahorcamiento de un niño, y más chocante aún resulta que luego esto no se explique por activa y por pasiva ni resulte relevante para la trama. También llama la atención algo mucho más explicable, a saber, la presencia de Chow Yun-Fat como pirata oriental como cebo para los espectadores asiáticos que lo encuentren con mucho mayor gancho taquillero que Johnny Depp. A fin de cuentas, mucha de la poética rococó de la saga parece el resultado de transplantar a las pantallas occidentales el gusto por la complicación bizantina que rige el cine popular de Oriente: si uno parpadea dos segundos durante una escena de lucha de “Piratas del Mar de China”, de Jackie Chan, es posible que se pierda dos o tres chistes, y si se va al cuarto de baño durante cualquier thriller hongkonés, puede ser que ya le sea imposible llevar la cuenta de quiénes están traicionando a quiénes y por qué.


De todas maneras, el tercer capítulo falla en cierto modo por no añadir apenas nada al segundo, salvo un conato de mitología atractivo pero algo descabellado (¿los piratas como una especie de sociedad secreta detentando poderes mágicos y aprisionando con hechizos a la diosa del mar?) y la repetición de varios de los aciertos anteriores (confieso mi debilidad por el personaje de Tia Dalma, la hechicera antillana, interpretado por Naomie Harris con una caracterización y acento fascinantes; no sé quién será capaz de confundirla con Zoe Saldaña, que pasó sin pena ni gloria por la primera entrega mientras que los demás secundarios que la acompañaban, incluidos el perro con las llaves y el loro, hacen pleno en las tres). La idea de dar plasmación a la locura del capitán Sparrow mediante una pléyade de dobles con quienes mantiene un diálogo imaginario es la típica idea estrambótica al estilo Jeunet que puede fascinar e irritar a una proporción igual del público. 


Me produce cierta satisfacción el hecho de que Will Turner termine arrostrando la maldición de Davy Jones, aunque los ropajes de héroe byroniano le vengan un poco grandes a Orlando Bloom. La pena es que los planes para la quinta entrega (provisionalmente, y mira que lo encuentro raro, en manos de los realizadores de “Kon-Tiki”) cuenten con recuperar a su personaje y, de manera previsible, cerrar el círculo con un “happy end” sosainas, algo que la negativa de Keira Knightley a volver a pasar privaciones físicas en un rodaje podría, y debería, ahorrarnos. Algo parece evitar que las continuaciones de la trilogía de Verbinski lleguen a verdadero buen puerto: “En costas extrañas”, pese a la inspiración acreditada de Tim Powers (supongo que para compensar la inspiración no acreditada en las otras tres) hacía muy evidentes las tensiones infernales y las múltiples bajas de personal durante su desarrollo, aunque habrá más que uno en preferirla a la tercera parte al ver sus carencias narrativas y su desparpajo más acordes con la tradición aventurera que el majestuoso y consecuentemente pausado tercer capítulo.